27 de octubre de 2002

Lula, Graciela y… ¡Viva Perón!



El 27 de octubre de 2002 fue domingo.

 

En mi pueblo hubo una tarde soleada, casi templada.

 

Boca le había vuelto a ganar como visitante a River, después de cinco años. Los dos goles los había hecho el Chelo Delgado y Esteban Fuertes había anotado el empate transitorio.

 

Yo estaba en la redacción, escribiendo para la edición del lunes. En las calles algunos festejaban el resultado y otros no.

 

De pronto, entrando eufórica, Graciela Bedini se paró junto a mi escritorio. Me sorprendió. La Graciela tenía sus simpatías futboleras, pero no a ese extremo. Era parte de la conducción del sindicato de los municipales (SOYEM) y la que trabajaba más fuerte para armar y fortalecer la CTA en Río Negro. Toda una vida de militancia.

 

Me agarró del brazo y me dijo: “Vení, vamos afuera”.

 

Y afuera, con la voz quebrada y temblando, me abrazó y me dijo, en un murmullo que pareció un grito: “¡Ganó Lula!”.

 

Ya habíamos hablado de Luiz Inácio Lula da Silva otras veces. Pero ella, como si no lo hubiéramos hecho nunca, me repasó en un borbotón de 30 segundos su biografía. “¡Es un trabajador, compañero!”, me decía, llorando.

 

Graciela sabía, que todo comenzaría a ser distinto a partir de allí, aún cuando el país de Néstor todavía ni siquiera se sospechaba. Pero ella sabía.

 

Hoy me acordé de esa tarde de domingo. Graciela ya no está. Debe andar con Evita, rompiéndole la paciencia al General y a Néstor, para que avancemos más.

 

Y yo, aquí, la necesito.

 

A los cuatro.

 

Enrique Pfaab