Por Marcelo Padilla

Carteles de otoño



Jueves 28 de abril. 

 

Salgo de mi casa temprano en la mañana. Ha clareado. Voy a comprar un rollo de cocina y un paquete de puchos. Es fría la mañana, helada, y la gente pasa tirando vapor por su boca. Es gris todo, y miro al cielo y veo una paleta de gradaciones de gris. Gris plata, plomo, acero, hierro, cielo. Cielo de un día de otoño, parecido al invierno, anticipando la bufanda.

 

Las veredas de mi barrio están hechas bosta y caminar es un oficio para los vecinos. De pronto levanto la vista del piso y me topo con un cartel pegado a un palo de luz de madera, de los viejos. Un papel-cartel escrito a mano con un fibrón negro. “Busco trabajo, en lo que sea, tengo 19 años”, se lee, y el pibe deja un teléfono. Áspera lectura de mañana. Triste lectura bajo el gris del cielo. Pálido, gris pálido.

 

Es uno solo el cartel, pegado con cinta transparente con ahínco para que no se despegue. Ahí me quedo pensando. En la forma de pegar el cartel. No tiene un clavito ni una chinche. Tiene cinta tras cinta pegada al papel que rodea al palo de luz con fuerza como para que ni el viento ni una tormenta lo voltee. A lo sumopodrá desteñirse si llueve. Pero está ahí. Pegado, sellado. Y se lee con claridad. Fue pensando desde la entraña. Y pegado desde la furia. Al menos eso imagino. Por lo general, cuando hace frío solemos caminar con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos de camperas o tapados de frisa. El frío te encorva, como a un derrotado. Y te hace apurar el tranco como si ello contrarrestara el frío. Es la circulación de la sangre la que te hace andar sin paja. Le pones.

 

En esos casos la vista se levanta en situaciones de emergencia porque vas pensando, medio ido, en llegar a algún lado. Yo iba a comprar un rollo de cocina y un paquete de puchos y levanté la vista porque iba a cruzar la calle... ahí sí la tenes que levantar para que no te levanten en pala si te lleva puesto un auto o un bondi. Por eso lo leí. Se notaba reciente. De días, no más de una semana como mucho. Y pensé en ese pibe. Me lo empecé a imaginar. ¿Quién sería?...tan joven, tan desesperado, “en lo que sea” –como pedía la pesquisa de trabajo-. Trabajar en lo que sea. También da para pensar. No tenía el teléfono conmigo y luego de regresar a mi casa lo busqué de toque y volví al palo de madera viejo de la luz con el cartel pegado. Esos carteles no salen en los medios. Menos ahora, que están todos garpados por el gobierno para que den buenas noticias: alegría, boludeces de modelos, minas hot mediáticas…no tienen vergüenza los periodistas. Sobre todo los que escriben para la corona o no tienen un mínimo de sensibilidad para cazar esa parte de la realidad. A lo sumo hacen el circo mediático con jueces que encanan o indagan. Eso parece que está de moda en los medios: los jueces, la “justicia”. Hoy los medios y los jueces son los principales actores de este circo romano que te mata y no te cura. La virulencia. La violencia simbólica.

 

Y yo, como un boludo escribiendo y escribiendo sobre un cartel de mierda hecho a mano pegado a un palo de luz de madera en una calle de Dorrego. “Mirá que poca monta que tiene esta crónica” -me digo, mientras repaso las imbecilidades de los medios on line y de papel de la provincia. Un papelón. Justicia, venganza, persecución, lobby, anuncios vende humo. Publicidades. Pauta. Guiños. Operaciones. Y todo lo hacen por teléfono. Porque quizá no les hace falta salir a compra un rollo de cocina y puchos. Eso debe ser, tienen un arsenal de rollos de cocina y cartones de puchos. Por eso debe ser. No los juzgo, no soy juez, lo puedo entender ahora. ¿Cómo se van a topar con una cartel de papel escrito a mano con un fibrón negro? Sin embargo, hay periodistas que andan en la calle y no miran. Debe ser porque tienen mucho frío, y van encorvados a su trabajo en la redacción. A cumplir. A escribir para la corona.

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Viernes 29 de abril. 

 

Ya tengo rollo de cocina y puchos. Salgo a las 7:30 hs. en plena oscuridad a llevar a mis pibes a la escuela. Como tengo varios hago un recorrido complejo en un remis trucho que me cobra barato. No tengo auto, tengo remis, y trucho. Los dejo de a uno en cada escuela. 8:30 hs. Quedo solo.

 

Hay movilización de la intersindical y rumbeo al sindicato, al Sitea, donde están mis compañeros y amigos. Van cayendo de a uno. Tomamos mate y conversamos. Nos preparamos para la caravana que partirá del Predio de la Virgen. Con las pecheras, salimos. 13 autos en dirección al predio. De todos los gremios se juntan 500 autos con sus banderas.

 

Es una hilera de hormigas pegado al acceso que se pierde. Hiela a las 9 de la mañana y el viento atraviesa. Recorremos toda la ciudad a puro bocinazo. Es un quilombo el centro. La caravana arranca y toma por la costanera, dobla a la izquierda por Beltrán, sube hasta San Martín y gira a la izquierda. La avenida principal de Mendoza retumba. Las radios hablan de cómo cuidar las mascotas, una radio le hace un reportaje a un Concejal radical, celebrando el proyecto de César Cattaneo, que habla de los bichos. Todo bien con los bichos. Genial. Humanitario. Pero en la calle hay miles de despedidos por el gobierno provincial y nacional al que pertenece el Concejal que habla de los bichos por radio. Impresionante. Un cuadro político el chabón hablando del moquillo. La caravana sigue por San Martín y la gente en las veredas mira, abre los ojos. Es que no paran nunca de pasar tantos autos sindicales. En la radio, la entrevista, sigue con otras enfermedades de los gatos. Diversidad. Repito, un cuadro político.

 

Subimos por Casa de Gobierno, por detrás y luego damos la vuelta y pasamos por delante. Está gris. Y sin vida. Damos dos vueltas y tomamos España en dirección a la Legislatura. Subimos por Espejo y ahí paramos. La calle Patricias está cortada por la policía. Y la peatonal, desde Patricias hasta España,  está vallada por completo. Plagada la zona de milicos. Con escudos y cascos. Como si fuera una guerra. Una guerra contra los laburantes que se animan a unirse y protestar. Una guerra contra los que no deciden caminar encorvados sin mirar, indiferentes, un miserable cartel pegado a un palo de luz de madera viejo, escrito con fibrón, que diga: "Busco trabajo, en lo que sea, tengo 59 años”.

 

Por Marcelo Padilla