Por Marcelo Padilla

Antes que te vayas



“Pasa el tiempo. Estoy en el café de mañana tomando un cortadito con una medialuna y un vaso de soda grande. Ahí, pegado a las carpas del Casino Provincial. Lo muchachos resisten y la gitanía sindical tiene más fuerzas que el propio Gerente del Casino que no le da la cara para entrar y salir por la puerta (entra por los techos)”.


“Hay canciones que se llevan algo de uno cuando terminan”, canta, lee, Daniel Melero. Y ve líneas de amor, y repite: “líneas, líneas, amor”. Luego arremete con “Amor Difícil”, y la letra dice muchas cosas de un tipo de 60 que toma whisky sobre un escenario. Por momentos desentona, como debe ser. Es un show en vivo un domingo a la noche en la Calle Mitre de ciudad y somos pocos. El piso es una pista de hielo. Es al único recital que he ido en tres años. Fue hace tiempo, no recuerdo bien, algún domingo frío de invierno de los últimos tres años. Ah!, el pianista, de la ostia, golpea el piano de cola, le da con sus dedos al teclado marcando el ritmo con estridencia. La maquinita de Melero siempre acompañando con sus loops y esas cositas que al tipo le gustan y nos gustan. Yo temblaba por el frío y por la incomodidad o fobia social. Todo tranquilo allí. Así me sientan bien los recitales: cada tres años en lugares con pista de hielo, tiritando como para no volver hasta que me recomponga de la fobia. Me despido de ese recital de Melero como si cerrara una puerta por última vez. Quién sabe.

 

Pasa el tiempo. Estoy en el café de mañana tomando un cortadito con una medialuna y un vaso de soda grande. Ahí, pegado a las carpas del Casino Provincial. Lo muchachos resisten y la gitanía sindical tiene más fuerzas que el propio Gerente del Casino que no le da la cara para entrar y salir por la puerta (entra por los techos). Se esconden todos los funcionarios del gobierno del diablo, en la nación y la provincia. No han asumido todavía el andar de la gestión total que ya no pueden dar la cara. Sus oficinas son guaridas con escoltas. Tienen miedo. Así se gobierna en Mendoza y el país, con miedo. Y del miedo salen medidas más que furiosas. No están acostumbrados. Venían a eso. A hacer un trabajo sucio encargado por el diablo. Al menos del diablo del peor. Porque hay otros diablos que se paran en un escenario y toman whisky y cantan desentonando a los 60, como debe ser, poniendo la jeta. “Palabras, las odio, todo lo infectan”, cantaba Melero, aquella noche.

 

Hago tiempo en el café porque para eso están hechos los cafés, para hacer tiempo, y luego matarlo. En el teléfono leo una noticia: Fidel da su último discurso público en una asamblea del Partido Comunista Cubano, como una despedida. En agosto cumplirá 90 años y se lo ve en la foto como tal. Está con un buzo y con los lentes puestos. Lee su discurso. Y en otra foto su hermano Raúl le alza la mano mientras él continúa sentado, algo emocionado. “A todos no tocará”, dice el líder máximo de la revolución de alto rango y mayor dimensión mundial que se haya visto en el país más chiquito que se conozca en todos los mapas. No pudieron con la isla. No pudieron con Fidel. Y el viejo ya cuenta las horas recordando aquella noche del 52 cuando asaltaron el Cuartel Moncada. Un 26 de julio del 52, nace lo que sería el movimiento que haría la revolución con mayor mística del mundo. Del Moncada a la Victoria.

 

En fin. El cortadito se ha entibiado. Y llevo dos puchos leyendo el discurso del Fidel. Mientras, los laburantes del Casino Provincial resisten y me hacen el aguante cuidándome la bici. Cada tanto paso a saludar y charlar. Una vez les pregunté a unos muchachos de Lavalle que estaban haciendo postas en una de las carpas qué era lo que necesitaban para dar una mano; “charlar”, me dijo uno, “charlar como lo estamos haciendo ahora, así pasa el tiempo”. Cada tanto paso y charlo. De cualquier cosa. No de la revolución de nada. De cualquier cosa. Si eso es lo que necesitan, pues se charla. A veces creemos que necesitan otras cosas porque prejuzgamos y no, los tipos necesitaban… charlar, simplemente.

 

“Abrazame/abrazame/que el mundo afuera es todo un desastre” (Iván Noble) el ex caballero de la quema resume así la atmosfera de la época. Una especie de himno para los adoloridos. Obsesivo, al levantarme pongo esa canción todas las mañanas. Porque empieza así: “resucito en tu almohada, buen día milagro de vivir, otro día, alquilado a la eternidad”. Y ahí arranco con los mates y la lectura. Escribo. “Afuera es todo un disparate”, sigue la canción.

 

 

Termino de un sorbo el cortadito tibio y me paro. Voy a pagar la cuenta dentro del café y una señora viejita está sola en una mesa intentando leer el diario, señalando con el dedo índice cada oración de la nota de letra chiquita que imprime el diario Los Andes. La miro y presiente que la miro. Levanta su cabeza y me saluda, “buenas”, me dice, “buenos días señora, cómo anda”, le respondo. “Bien porque lo veo”, me dice. Una hermosura la vieja. Y sigue diciendo cosas mientras le paso 25 pesos al mozo. “Es que voy a cumplir en agosto 90 años y mire, aquí estoy, leyendo”. Me di cuenta que cacé una casualidad a lo Paul Auster. “Sabe una cosa señora”, le digo al oído, “Fidel Castro, también cumple 90 años en agosto”. La señora se sonrió, y le di un beso sin más, y me fui.

 

Por Marcelo Padilla