Desarme.


“Era fácil: como soy más bien cobarde, no sabría usar el palo ante una discusión, porque una vez que saliera con palo para pelear debería usarlo y alguien como yo no sabe pelear”. Escribe Bernardo Lépez, exclusivo para El Mordisco.


Bernardo Lépez (Nacido en Cádiz, Lépez es escritor y periodista)



Una vez, Ariel, un amigo, me regaló un arma de defensa de conductor. Se trataba de la parte trasera de un taco de billar profesional, un palo fuerte de madera bien maciza; la idea era dejarlo en el baúl de mi auto, por las dudas. “Si por ahí tenés algún problema con alguien mientras manejas, te bajás con el palo y te van a respetar”, me dijo. Lo acepté pero nunca lo usé por más que tuve varios problemas de tránsito.

 

Siempre me sentía extraño y comprometido con esa arma en el baúl del auto. Era fácil: como soy más bien cobarde, no sabría usar el palo ante una discusión, porque una vez que saliera con palo para pelear debería usarlo y alguien como yo no sabe pelear. Lo más factible es que ese taco de billar hubiera terminado roto, pero en mi cabeza. Un día lo regalé y ando por la vida, en auto, desarmado.

 

Otra cosa es Fabián, un amigo mío dotado de una inteligencia superior (de hecho es una de las personas más inteligentes que conozco). Fabián es un historiador muy respetado y tiene un arma en su casa que era de su padre.

 

Una vez me contó que a su madre –una anciana que vive sola y que es un encanto de persona- un ladrón se le metió en la casa y la asaltó. Llamaron a la policía pero nunca se supo nada del autor.

 

Fabián sabía quién era el asaltante. “Vive en la esquina de la casa de mi madre por la vereda de enfrente”, me contó. “No se la va a llevar de arriba”, cerró. Dos noches después del atraco, mi amigo fue a lo de su madre y caminó con su calibre 32 largo en su mano por los techos de las casas vecinas hasta colocarse cual francotirador justo enfrente de la casa donde vivía el agresor. Disparó cuatro veces a la casa: las balas dieron sobre las paredes del frente, “no maté a nadie ni herí, solo quería dar un mensaje”, contó.

 

Las armas no son armas; las armas son las personas que las llevan consigo.

 

Bernardo Lépez

(Nacido en Cádiz, Lépez es escritor y periodista)